Berlín anuncia que paralizará la aprobación de la infraestructura en respuesta al reconocimiento por parte de Putin de la independencia de las regiones separatistas prorrusas.
Las primeras consecuencias del reconocimiento por parte del presidente ruso, Vladímir Putin, de las regiones separatistas prorrusas del este de Ucrania llegan desde Berlín. El canciller alemán, Olaf Scholz, ha anunciado que el controvertido gasoducto Nord Stream 2 entre Rusia y Alemania no se pondrá en funcionamiento. El Gobierno federal ha decidido paralizar el proceso de aprobación de la infraestructura, controlada por el gigante gasista ruso Gazprom.
Scholz ha asegurado este martes que ha pedido al ministro de Economía, Robert Habeck, que tome las medidas administrativas necesarias para paralizar el proceso de certificación del gasoducto. “Y sin esta certificación, Nord Stream no puede entrar en funcionamiento”, ha señalado.
El canciller ha asegurado, en una rueda de prensa en Berlín, que el Gobierno alemán y sus socios de la Unión Europea irán anunciando a lo largo del día las sanciones que van a imponer a Rusia. Lo harán “de manera coordinada”, ha puntualizado. Scholz ha condenado la ruptura unilateral por parte de Moscú de los acuerdos internacionales firmados en las últimas décadas.
El Nord Stream 2 (NS2), un gasoducto diseñado para transportar directamente por el lecho del mar Báltico gas de Rusia a Alemania sin pasar por Ucrania, se había colado en el centro de las discusiones sobre las posibles sanciones que Estados Unidos y sus aliados podrían imponer a Moscú en caso de invasión. Berlín se había mostrado reticente hasta hace pocas semanas a amenazar a Rusia directamente con la viabilidad del gasoducto, pero abrió la puerta a esa posibilidad a finales de enero. En su encuentro en Washington con el presidente estadounidense, Joe Biden, Scholz ni siquiera mencionó el NS2.
El canciller ha asegurado este martes que “la situación ha cambiado” tras el reconocimiento por parte de Moscú de las autoproclamadas repúblicas del Donbás y el envío de tropas a la zona. Scholz ha reconocido que la decisión de impedir la puesta en marcha del gasoducto tendrá consecuencias para el abastecimiento de Alemania, donde el 55% del gas natural que consume procede de Rusia. Sin embargo, ha recordado que hace semanas que empezaron los esfuerzos europeos para diversificar las fuentes energéticas.
La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, aseguró este fin de semana en la Conferencia de Seguridad de Múnich que la Unión estaba preparada para afrontar un eventual corte abrupto del suministro del gas ruso. En caso de necesidad, Europa importaría gas natural licuado (LNG, por sus siglas en inglés). Incluso en caso de disrupción total, dijo Von der Leyen, el suministro está garantizado para este invierno gracias a los acuerdos sellados con proveedores de LNG como Estados Unidos.
La ministra de Exteriores alemana, Annalena Baerbock, también habló en Múnich de la posibilidad de impedir la entrada en funcionamiento del NS2, participado por empresas alemanas y de otros países de la UE. Advirtió que Berlín estaba dispuesto a “pagar un alto precio” en las sanciones a Rusia.
El NS2 está terminado, pero su certificación está paralizada desde noviembre por no cumplir los trámites regulatorios europeos. La infraestructura duplica la capacidad de su predecesor, el Nord Stream 1, y esquiva el paso por Ucrania, tradicional país de tránsito del gas ruso. Moscú lleva décadas usando la energía y los acuerdos de suministro como una herramienta para mantener la influencia en sus países satélite y en otros que dependen de su gas, también en la Unión Europea. Estados Unidos y socios europeos como Polonia llevan años criticando la infraestructura porque creen que aumenta la dependencia energética de Moscú y deja en situación de vulnerabilidad a Ucrania.
El NS2 tiene capacidad para suministrar 55.000 millones de metros cúbicos de gas a Europa cada año a través de 2.460 kilómetros de tuberías. Su construcción terminó en septiembre después de muchos avatares por las sanciones que el Gobierno de Estados Unidos impuso a las empresas participantes. Las tensiones con Gazprom han ido en aumento en los últimos meses y muchas voces, incluida la Agencia Internacional de la Energía, han acusado a Moscú de crear la crisis energética que vive el continente para tratar de acelerar la aprobación de la infraestructura. Desde antes del invierno, Rusia ha evitado exportar a Europa todo el gas que se necesitaba, limitándose a bombear únicamente la cantidad a la que estaba obligada por los contratos a largo plazo. Como consecuencia, los precios se han disparado.
Fuente: El País. Autora: Elena G Sevillano. Es corresponsal de EL PAÍS en Alemania. Antes se ocupó de la información judicial y económica y formó parte del equipo de Investigación. Como especialista en sanidad, siguió la crisis del coronavirus y coescribió el libro Estado de Alarma (Península, 2020). Es licenciada en Traducción y en Periodismo por la UPF y máster de Periodismo UAM/El País.